Una de las primeras cosas que se aprenden cuando se llega a la calle es a mirar al suelo. La gente corriente, la que llaman "normalizada", normalmente nunca mira al suelo, salvo charcos o zonas de obras. Lo habitual es mirar a la altura de nuestros ojos o por encima de ellos. Admirar las casas bonitas por donde pasamos, los áticos maravillosos, los escaparates, las mujeres o en su caso los hombres atractivos con los que nos cruzamos, y así un sinfín de posibilidades.
Pues cuando se llega a la calle se aprende a mirar básicamente al suelo. ¿Por qué?, se preguntarán ustedes. Pues porque para los indigentes el suelo, la acera, los bordillos suelen ser proveedores de muchas cosas útiles.
Colillas en buen estado para fumar, billetes de metro sin usar, algunas monedas sueltas y hasta alguna vez algún dinero.
Yo tengo un amigo del que todos decían: "Joder, es que parece que tiene un radar en los ojos". Nunca se le escapaba nada. Cosas que tú no habías visto, él las pillaba.
Yo tengo que reconocer que además de las cosas habituales, por dos veces, encontré 15 euros. Sí, y sorprendentemente en ambos casos estaban en la mitad de la acera, sin nadie en las inmediaciones.
Hay una variante de esta situación, que los que llevan más tiempo dominan, que consiste en mirar en todas las papeleras y contenedores.
Así que con esta situación imagínense como puede estar la autoestima del personal. Siempre mirando hacia abajo.
Lo primero que necesita una persona que está en la calle es ayuda psicológica, levantar la autoestima, creer que se puede salir.
Mirar al cielo. Mirar al futuro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario