Han imaginado alguna vez cómo debe verse el mundo sin un techo bajo el que cobijarse, sin una cama cómoda en la que dormir, sin recursos para llevarse algo a la boca? Ante esta delicada situación vital, las personas indigentes elaboran sus propias estrategias para sobrevivir a la jungla de asfalto, al devenir de días plagados de retos constantes. Estas habilidades las recoge el trabajador social del Centro Puerta Abierta de Cáritas en Huelva Daniel Rengel en un informe titulado La satisfacción de las necesidades básicas de las personas sin hogar en Huelva: estrategias de supervivencia, que se traduce en el lenguaje de los callejeros como "formas de buscarse la vida" y significa mucho más que conseguir dinero: subsistir.
Para obtener un pequeño fondo pecuniario, es habitual la mendicidad, pero su forma ha variado en Huelva en los últimos años. De hecho, ya no es usual ver a personas exhibiendo deficiencias físicas o acompañadas de menores, buscando la lástima, y sí frecuentando las puertas de iglesias para buscar la caridad.
Sin embargo, una de las prácticas más comunes entre las personas sin hogar es "ofrecer alguna habilidad manual o artística a cambio de una contraprestación económica". Así, algunos fabrican y venden artesanía, otros representan mimos, hacen malabares, echan las cartas, tocan algún instrumento musical, tocan la guitarra y cantan, venden flores o hierbas aromáticas, etcétera. Aparcar coches, recolectar chatarra para venderla luego, la prostitución, la venta ambulante o, sencillamente los robos, son actividades comunes entre las personas sin hogar.
A veces, algunos indigentes desarrollan trabajos temporales y esporádicos. Pero, indica Rengel, "estar en la calle y tener un trabajo normalizado es un binomio irreconciliable"
La alimentación es uno de los elementos más fáciles de conseguir, en el sentido de que los acogidos en el albergue municipal tienen garantizadas tres comidas al día, el desayuno se ofrece en el centro Puerta Abierta de Cáritas y el almuerzo, en los comedores sociales Virgen de La Cinta y el de La Hispanidad. No obstante, los contenedores cercanos a centros comerciales pueden proporcionar comida, algunos bares y comercios del centro ofrecen tapas y bocadillos a los que lo piden o los comerciantes del Mercado del Carmen regalan pescado, carne o verdura a cambio de una pequeña tarea de ayuda.
Para que lleguemos a ver a una persona durmiendo bajo cartones en una plaza es necesario que se haya completado el proceso de exclusión social, que "las relaciones sociales, familiares y afectivas se hayan desarticulado hasta tal punto que han quebrado".
En el caso del alojamiento, la cosa se complica. La viviendas de familiares y amigos son los recursos que están más a mano para las personas sin techo, aunque "no es una posibilidad muy usada, ya que la mayoría se caracteriza por la carencia de redes de apoyo". Las pensiones suelen usarse en el instante en que la persona se queda por primera vez en la calle o cuando logra obtener algunos ingresos, pero rara vez pueden permitirse pagar 15 euros por día. El albergue municipal es un buen lugar para reponerse de las vicisitudes de la calle, pero el tiempo de estancia es limitado y los transeúntes deben cumplir normas y horarios que no son compatibles con su día a día. Por ello, suelen optar por refugiarse en casas abandonadas, donde, a pesar de carecer de suministro eléctrico y agua, pueden asearse en privado y dormir resguardados, así como protegerse del robo de sus escasas pertenencias, una actividad frecuente entre los callejeros.
La mayor pérdida de privacidad se produce cuando uno se ve abocado a dormir en la calle. "Es la peor, la última opción", señala Rengel, y le genera "desorganización, estrés y descontrol que se arrastra el resto del día". Los lugares más habituales para guarecerse son los cajeros automáticos, las cuevas del Conquero, vehículos abandonados, salas de espera de los hospitales (haciéndose pasar por enfermos), portales o rellanos, garajes, parques, jardines, plazas, el interior de edificios en construcción o chabolas.
El aseo, otra necesidad vital, es un buen indicador del grado de degradación personal que padece el indigente. Además, es indispensable, asegura Rengel, estar aseado para tener más posibilidades de lograr algún ingreso de cara al público. Para mantener la higiene, los ’sin techo’ suelen acudir al centro Puerta Abierta de Cáritas, donde se le provee de todo lo necesario para ello (ropa interior, toalla, ducha individual, maquinilla de afeitar...) dos días por semana. Los menos, se acicalan en casas de amigos o familiares, mientras que otros tantos lo hacen en servicios públicos de bares o centros comerciales o utilizan el agua de las fuentes de parques y plazas. En Cáritas, Madre Coraje o Centro Reto pueden renovar su vestuario, así como a través de donaciones de vecinos de la zona que frecuenta o rescatándola de contenedores.
El desgaste personal que conllevar vivir con el cielo como techo conlleva numerosas enfermedades, las más frecuentes, según Daniel Rengel, son "las infecciones parasitarias, ocasionadas por la falta de higiene"; las dermatológicas o los problemas de circulación derivados de los largos recorridos que suelen realizar a pie y con mal calzado las personas sin hogar.
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