miércoles, 12 de agosto de 2009

Los Ángeles Malagueños de la Noche,


Un bocadillo caído del cielo
Cuando Felisa Castro visitó Italia vio la luz. Y no fue en alguna de las muchas iglesias que conoció, sino en la estación de autobuses de Milán. Allí, un grupo de voluntarios ofrecía bocadillos a todas las personas que lo necesitaban, ’sin techo’ a los que también daban algo de calor con un café. «Yo creo mucho en los ángeles, y ver a esas personas ayudando a los demás fue como un mensaje de mis propios custodios, así que cuando volví a Málaga decidí que ya era hora de aportar algo a los que no habían tenido la misma suerte que yo», dice. Así surgió la asociación Los Ángeles Malagueños de la Noche, a la que pronto se unieron otras personas que querían aportar su granito de arena.
En el Pasillo de Santo Domingo, junto al río Guadalmedina y en pleno barrio de La Trinidad, todavía no son las ocho de la noche pero ya se agolpan junto a la caseta de Los Ángeles de la Noche decenas de indigentes que aguardan su turno para coger su cena: un bocadillo, una bebida caliente -que puede ser café, colacao o caldo de puchero- y un yogur o fruta. Al otro lado, en una pequeña caseta prefabricada se afanan en terminar los últimos bocadillos una decena de voluntarios que llevan desde las seis y media de la tarde preparando las bolsas de comida.
Efecto llamada
«Cada vez vienen más personas; empezamos dando tres bocadillos y buscando a las personas que dormían en la calle y ahora que nos conocen vienen más de 270 necesitados cada noche, de lunes a domingo, porque ellos tienen hambre todos los días de la semana», dice Felisa, quien indica que la iniciativa ha tenido un efecto llamada y que los mismos ’sin techo’ se van pasando la dirección unos a otros.
En la cola, todas son palabras de agradecimiento. «Es bonito que estas personas te ayuden sin pedir nada a cambio», indica María. Esta mujer se ha visto en la calle, sin trabajo y sin dinero por un difícil proceso de divorcio. La mayoría de las personas que acuden también son usuarios de otros recursos, como el Centro de Acogida Municipal. Algunos explican que vienen aquí porque el centro de la calle Donoso Cortés está saturado y les dicen que no les aceptan. Otros porque, al contrario del Centro de Acogida, no se les pregunta nada ni hay exigencias. «En el Centro de Acogida tienes que hablar con trabajadores sociales, cumplir unos horarios, ir por la mañana para pedir turno para la comida...», señala otro usuario, que admite que es mucho más cómodo acudir a por la cena en el Pasillo de Santo Domingo.
«Nosotros no hacemos preguntas. Tenemos lo que buscamos: muchos tienen problemas de adicciones, no sabemos si son delincuentes, hay nacionales y extranjeros, pero lo único que les preguntamos es si son musulmanes, para no darles cerdo, y si quieren sopa o café», señala Felisa. El Banco de Alimentos Bancosol es el que facilita la mayor parte de la comida, aunque la asociación también cuenta donaciones particulares. «Aunque nunca aceptamos dinero, sólo comida», dice Felisa. Actualmente hay 35 voluntarios. Una treintena de ángeles que vela por los desfavorecidos.

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